martes, 12 de abril de 2011

Llegó Abril. ¿Les he hablado del pernil?

Cochino, cerdo, puerco, chancho o marrano. Se me acabaron los sinónimos del paquidermo más cercano que tenemos en estas tierras, aparte de la danta o tapir, con o sin María Lionza encima. Paradigitados, y supuestamente más inteligentes que muchos cánidos, son objeto de dichos y chistes que contribuyen al lugar común que son sucios.
Quienes los conocen bien (tengo un primo que es experto cochinólogo), dicen que efectivamente son muy inteligentes y por eso gustan de meterse en charcos de barro, para proteger su piel que es bastante delicada. Pero además, parece que no gustan del barro sucio, por lo que el mote de cochinos lo tienen mal endilgado.
En tiempos bíblicos el cochino fue denostado, incluso por una ley divina que hace que hoy en día ningún hebreo o musulmán practicante pueda comer su carne. Los cristianos y sus descendientes, muy probablemente por necesidad o por gusto, pronto buscaron una forma de circunvalar la ley, de manera de poder gozar de las bondades de la carne porcina.
Los cochinos ciertamente son unos animalitos muy aprovechables. Desde su piel que termina en chicharrón, pasando por sus vísceras, útiles en todos sus sentidos, su sangre, que termina en embutidos de distinta especie, sus huesos que sirven para harinas, y por último sus carnes, entre las que se cuentan los perniles.
Los perniles en puridad son dos: las piernas traseras del animal. Entiendo que a las delanteras se les llama paletas, aunque no se si el término, que viene del ganado vacuno, se aplica libremente al ganado porcino. 
Y si no me creen que puede haber varios nombres para partes similares, pregunten por la forma como se denominan las deyecciones, pero esta no es materia de un blog que se pretende culinario: No calza por cochino.
El cerdo también ha sido mal tratado por los médicos, por sus supuestas implicaciones en la salud. Tampoco creo que gane muchos adeptos si me pongo a pontificar sobre el colesterol por acá, así que dejemos la cosa de este tamaño. Baste solo decir que algunos médicos hoy día encuentran a la carne de cerdo más sana que la de pollo.
¿Por qué estoy escribiendo de esto? Es que tengo un pernil escondido en el freezer de mi casa, de esos que se gana uno con puntos en cierto supermercado, al que ahora le monto cachos con los mercaditos al aire libre. Cada cierto tiempo me habla para pedirme que lo prepare pronto.

Será materia de otro post cuando les cuente qué pasó con la pierna fantasma. Espero que en el mes en curso logre hacer al menos una de dos cosas: Postear un escrito y/o cocinar el bendito pernil.