miércoles, 26 de septiembre de 2012

Cebollas Caramelizadas


La imagen se encuentra en http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Two_colors_of_onions.jpg?uselang=es 


Conversando con uno de mis grandes amigos, me sugirió que como tema de mi siguiente blog hablara sobre la cebolla. 

Difícil me lo ponía, pues la humilde hortaliza es como los mayordomos y demás miembros del servicio doméstico: Cuando se nota es porque estorba.

Pero no por eso deja de ser una raíz imprescindible. Me remito a la página que el primo culto Wikipedia tiene (http://es.wikipedia.org/wiki/Allium_cepa), donde podrán percatarse de que además de la buena sazón, la cebolla contribuye con la salud en niveles importantes.

Pero volvamos a lo que nos ocupa. En nuestros guisos, la cebolla ocupa un sitial de honor, pues es la primera invitada a la hora de hacerlos. 

La cebolla se pica en cuadros pequeños, o si se quiere hacer más rápido se pasa por un procesador de alimentos, aunque los puristas y el fantasma de Julia Childs pongan el grito en el cielo.

Cuando sofriamos la cebolla, debemos tener siempre en cuenta que el indicador para poner el siguiente ingrediente en el guiso es que sus cuadros puestos al calor con aceite o mantequilla se hayan tornado transparentes.

La cebolla según los gordólogos tiene bastante azúcar, por eso no la recomiendan. Tampoco suelen aconsejarla las personas que se preocupan demasiado por los olores corporales. 

Si me lo preguntan, creo que no da malos olores ni alientos, sino que se queda “pegado” el sabor en nuestro paladar, al igual que en nuestros dedos cuando la manipulamos.

Como bono cierro este post con una receta de cebollas caramelizadas que ensayé hoy y que lamento no haber fotografiado antes de dar cuenta de ella.

Usé una cebolla mediana picada en tiras (aunque supongo que en aros funciona también), la cual sofreí hasta dorar en dos cucharadas de mantequilla. 

Le añadí seis cucharaditas de azúcar y salteé por un rato hasta que el azúcar hizo que las cebollas doraran más. 

A esto le puse una cucharada de vinagre balsámico. ¡Bueno!, hubiera querido, pero se había acabado, por lo que usé vinagre blanco, lo que hizo que el preparado oliera por unos segundos a silicón de sellar bañeras. 

En lo que bajó el ácido acético en el preparado, le puse unas cuatro cucharadas de vino tinto, aunque las recetas que vi recomendaban blanco. 

Luego puse media cucharadita de sal que le hacía falta y lo dejé reducir un buen rato, digamos unos veinte minutos, hasta que se terminó de hacer un caramelo muy espeso, con lo que estuvo listo.

Acompañé con estas cebollitas unas porciones de paté con rebanadas de pan tostado para componer un desayuno, o al menos un primer plato de lo más francés.