domingo, 27 de enero de 2013

Las Promesas de Diciembre


No me voy a referir a aquellas resoluciones que por alguna extraña razón solemos hacer al final del año, tales como hacer ejercicio, comer mejor, o similares, por las que en este momento las caminerías se encuentran llenas de gente, pues la gran mayoría al cabo de un par de semanas más, volverá a sus rutinas sedentarias. Me estoy refiriendo a mis posts previos en los que prometí hablar de ciertas cosas que quedaron pendientes, como el pernil y la ensalada de lentejas.

Las lentejas a granel fueron tomadas de dietacontmx.blogspot.com

Dije que al pernil le iba a poner clavo, pero cuando lo fui a buscar en la despensa se ve que la señora de servicio lo había usado en algún remedio casero, porque de la gran cantidad que compré no quedaba ni el olor. A pesar de mi afición a ceñirme firmemente a las recetas, tuve entonces que optar por un plan b, que en cocina siempre es necesario. 

Lo grato de esta disciplina es que hay muchas formas de llegar a buenos resultados. Esta vez el chancho fue adobado con sal, ajo, cebolla, pimienta, romero, nuez moscada, comino, orégano, tomillo, laurel molido y salsa inglesa (las especias se ponen en cantidades discretas, para no “emberrenchinar”), primero en el vaso de una trituradora hasta formar un adobo homogéneo batido con un par de tazas de jugo de naranja y luego vertido sobre el pernil por lo menos con doce horas de anticipación.

El pernil, luego del tiempo al horno reglamentario fue luego picado en lonjas y posteriormente muy celebrado en la cena de navidad. Esta vez, para variar, no se hizo la clásica cena navideña, sino que se optó por una “sanguchada”, lo que nos hizo pasar por no pocos quebraderos de cabeza logísticos, al haber escasez de harina de trigo y en consecuencia de pan. Esta idea fue de mi cuñado el anfitrión, quien de cuando en cuando incursiona en el mundo de la cocina con brillantes resultados.

Esta bella gráfica es del libro Flora von Deutschland del Prof. Dr. Otto Wilhelm Thomé dice venir de 
 
A la semana de esto quise preparar lentejas por aquella conseja de comerlas la noche de año nuevo (o la nochevieja, si el hambre es mucha), para que traigan prosperidad, que tanta falta nos está haciendo. Siempre me han gustado las lentejas, pues no debe ser casualidad que los egipcios construyeran maravillas a punta de lomo de su mano de obra alimentada principalmente por estas leguminosas, si le damos crédito a Goscinny y Uderzo, quienes en sus fantásticos libros animados nos ilustraron sobre el tema.

Como la idea era que vinieran en ensalada, las lentejas no se podían ablandar demasiado. Luego de varias horas en agua, los granos aumentaron considerablemente su volumen por efectos de la hidratación. Las lentejas entonces fueron puestas con una cebolla y agua que las cubriera en la hornilla. 
 
Con la hidratación previa, las lentejas ya estaban considerablemente blandas, pero conservaban el sabor amargo metálico que tienen cuando están crudas, por esta razón me mantuve cerca probándolas constantemente hasta que supieran mejor, manteniendo la contextura deseada para el plato. En el proceso las salé y las retiré del fuego, colando el resto del agua caliente y pasándolas inmediatamente por agua fría, para que no siguieran ablandándose.

El resto de la ensalada la preparé como un tabboule, picando muy menudo ramas de perejil, cilantro, cebollín y tomate, todo ello en un par de tazas de vinagreta preparada con vinagre balsámico, aceite de oliva, pimienta molida y sal. Todo ello “montado” con un par de horas de anticipación, de modo que la ensalada tome cuerpo por la interacción de los ingredientes.
 
Estamos a un par de días de que culmine el primer mes del año, aún a tiempo para honrar la oferta medular de este blog, de escribir al menos un post mensual sobre comer sabroso. No es exactamente para “poner” recetas, pues para ello hay excelentes muestras en la red, como pueden atestiguarlo quienes hayan hecho click sobre los créditos de muchas de las ilustraciones que aquí aparecen. 

Espero que este año traiga mejores cosas que las que hemos visto y mientras tanto, centrémonos en la máxima aprendida de la gran Anita: “Comamos, bebamos, pongámonos gordos, y si nos critican, ¡Hagámonos sordos!”