Foto cortesía de http://www.correodelorinoco.gob.ve/ambiente-ecologia/salud-caraquenos-no-afectada-fenomeno-calima/
En mi entrada anterior comenté sobre la larga e inaceptable pausa que me llevó a casi un año de silencio y prometí que trataría de evitar que se repitiera. Parece, no obstante, que la sequía de los últimos tiempos se traslada también a las ideas, fruto posiblemente del estado general de tristeza que nos agobia a todos.
La sequía
en el paisaje y en la naturaleza puede ser algo normal, producto de las
estaciones. Ya conocemos casi de memoria que hay fenómenos meteorológicos que
se repiten cada cierto tiempo con nombres como el niño o la niña en los que
corrientes cálidas prolongan las carencias, magnificadas por la proverbial
incapacidad de nuestros gobernantes de planificar.
En los tiempos de sequía, la naturaleza nos muestra gratos aspectos que vale la pena resaltar, y dicho esto, por fin voy a poder llevar al amable lector a la materia de este blog.
Los
tiempos de sequía hacen que todos los árboles florezcan, por lo que el paisaje
se llena de amarillos, anaranjados y rosados araguaneyes, bucares y apamates, por
nombrar solo tres árboles. Otro tanto
le ocurre a la fruta que en tiempos de sequía suele ser más dulce. Naranjas,
piñas, mandarinas, melones, lechosas y patillas dan fe que cuando todo se ve
más árido podemos contar con mejores sabores. Por contraste, cuando vuelve la
lluvia pueden perder un poco de ese buen gusto.
No estoy
seguro si con eso la naturaleza nos pide paciencia, pero llevándolo a nuestra
realidad nacional el mensaje que recibo es de esperanza, pues los frutos que estamos viendo,
aunque escasos, son siempre más sabrosos.
No perdamos entonces la paciencia.