sábado, 30 de abril de 2016

De las panaderías luso venezolanas


https://es.wikipedia.org/wiki/Portugal#/media/File:Flag_of_Portugal.svg

Con la sequía intelectual que me aqueja, y antes que pase más tiempo que el que ya media entre mi último post y éste, releí algunos de los primeras entradas en este blog para buscar alguna inspiración y me encontré con promesas de escribir algunos temas posteriormente.

Una de estas promesas iba junto con el café, pues se refiere a las panaderías regentadas por portugueses la mayoría de las veces.

Todos sabemos de la inmigración europea que tuvo el país en la época del crecimiento económico venezolano. Desde los años 50 hasta digamos entrada la década de los 70, tuvimos una excelente inmigración europea, fundamentalmente de España, Italia y Portugal.

Nuestros portugueses llegaron de casi todos los territorios de su país, incluyendo antiguas colonias, como Angola o Goa, o los insulares de Madeira y las Azores. Muchos llegaron para trabajar la tierra, y aún se les consigue en sus sembradíos en zonas como Carayaca o el Hatillo rural, aún realizando su  arduo trabajo.

Otros desarrollaron sus habilidades comerciales montando comercios y abastos, muchos de los cuales derivaron en exitosas cadenas conocidas. Otros desarrollaron las artes culinarias en restaurantes y en las panaderías luso venezolanas.

En las mismas no solo se consigue un excelente café, sino que suele comerse el mejor pan y otros derivados del trigo, como croissants, palmeras, pastelitos y otras exquisiteces de hojaldre.

Estas panaderías tienen su metabolismo muy difícil de explicar. Suelen reinvertarse periódicamente, imagino que obedeciendo a algún criterio profundamente estudiado, por el cual si no se renuevan, su clientela  emigra.

Son locales primorosos, los cuales de cada cinco a ocho años son demolidos íntegramente por dentro y vueltos a levantar. Los más atractivos parecen verdaderos parques temáticos. Otros son un poco más humilde pero sin dejar de ser primorosamente trabajados con su estilo particular.
Aún hoy en día, en esta espantosa época de escaseces, es gratificante y esperanzador ver como esta portentosa raza de trabajadores abre sus locales desde muy tempranas horas para ofrecer sus productos.

Cuando veamos una panadería abierta con las primeras luces del día, siempre debemos tener en cuenta que sus encargados tuvieron que llegar por lo menos un par de horas antes para la primera hornada de los productos que ofrecen al abrir.

Vaya entonces nuestro humilde reconocimiento a este extraordinario grupo de connacionales que han contribuido con su tesón, inventiva y dedicación a mejorar nuestra acrisolada cultura culinaria.