domingo, 30 de agosto de 2015

Mandarinas al descubierto




Toda la vida creí que eran buenas, con su aroma peculiar y su facilidad para mondarse y comerse, pero hete aquí que no. 

Las mandarinas tienen doble agenda, y lo pienso demostrar en las líneas que siguen, si no me terminan internando en Bárbula.

Todo el mundo las quiere: son refrescantes y dulces en la mayoría de los casos, pero son frutas malvadas.

Cuando las pelas para comértelas te dejan su olor peculiar en los dedos por el resto de la tarde.

Sus pelos, blancos y amargos, hacen que muchas veces haya que quitárselos a los gajos para no arruinar el sabor de la fruta.

Aunque la pulpa pueda saber dulce en la mayoría de los casos te deja en el paladar su sabor amargo.

Si la empleas para cocinar, aplicará su maldición amarga a todo lo que intentes ponerle como ingrediente: En el único sitio donde pueden quedar bien es en ensaladas y luego de quitarles los pelos.

Si haces jugo con ellas, nunca va a quedar igual de sabroso que cuando te la comes al natural.

Y cuando se te olvidan en la nevera, luego de muchas semanas, piensas que estarán frescas, pero cuando las peles, descubrirás que sus gajos han cambiado de color y están duros y secos.

¿No es todo eso pura maldad?

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