lunes, 6 de junio de 2011

Nada que ver con comida, hoy hablo de gimnasios por una sola vez.

Se acabó Mayo y no hubo nada en mi Blog. 

Interrumpí una de mis normas no escritas, la de al menos hacer un post mensual. Se me antoja que esto es como ir a un gimnasio: Si faltas, corres el riesgo de no volver más nunca. ¡Claro! Bloguear es menos costoso (y doloroso).
El sobrepeso ha sido uno de mis compañeros de vida más frecuentes. Un amigo solía decir que lo importante era mantenerse dentro del dial, por lo que uno podía pesar hasta unos 107,9 kilos... Yo he asumido como propia esta filosofía, aunque ahora veo la balanza con respeto.
He estado inscrito en gimnasios  tres veces en mi vida por brevísimos períodos de tiempo. ¿Razones? La que todos se imaginan, pero que me resisto a comentar, pero voy a contarles otras razones igual de válidas. 
La primera es el tiempo: Es difícil conseguir dos horas libres durante al menos tres días a la semana (a razón de media hora de ida, una hora adentro sufriendo, y media hora de regreso), en esta ciudad cada día más caótica: Ir al gimnasio constituye una verdadera epopeya.
Otra buena razón es la de que casi todos los gimnasios vienen atiborrados de esa fauna particular de entrenadores, derrochadores de físico, mujeres buenotas, y demás mortales - entre los que forzosamente me cuento - que terminamos haciendo cola por las máquinas más gustadas, mientras nos enteramos de todos los chismes de moda.
De las tres veces que estuve en un gimnasio, tengo dos anécdotas.  La primera fue la vez que le pregunté al administrador su opinión sobre pagar seis meses por adelantado. El individuo, alzándose sobre su escritorio y mirándome de pies a cabeza me soltó un solidario: “¡No, chamo: no vayas a perder esos reales!". La otra anécdota fue cuando me fui hasta el gimnasio a pie y luego me tuve que regresar en taxi porque los músculos no me respondían. 
Con estas dos historietas verídicas pretendo explicar por qué este blog es sobre comida y demás artes culinarias y no habla de mantenerse en forma.

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