Pocas veces en la vida se le da a este servidor, veterano
en las artes de procrastinar, la oportunidad de enmendarse como con este día
bisiesto.
En efecto, si se supone que debo cumplir una meta autoimpuesta
de escribir al menos un post al mes, y este mes trae un día adicional producto
del movimiento de traslación de la tierra alrededor del sol, pues ¡Bienvenido! Aunque quedó bastante chucuto por caer en lunes.
Quiero escribir sobre dos ejemplos de ventas de comida de
las carreteras venezolanas. No es que las transite demasiado, pero hay algunas
rutas que frecuento, en las cuales es
casi obligatorio comprar la comida famosa de cada zona.
Las panelas de San Joaquín, en Carabobo, son una suerte de
biscocho duro que se vende cortado en piezas rectangulares envueltas en papel, en
las cercanías del pueblo en la propia autopista, por las mujeres que agitaban
los paquetes al paso de los vehículos. Estimo que por las obras del
ferrocarril, las ventas se mudaron hacia el Peaje de La Cabrera, perdiendo
parte del encanto.
Las panelas son deliciosas, aunque conviene advertir que
será inevitable aspirar el carro una vez que se llegue al destino, pues sus migajas
terminan por todos lados y lamentablemente cada día están más costosas y
pequeñas.
Otra comida de carretera son los casabes. En la vía a
Oriente, en la zona de Cúpira, pueden verse los distintos kioscos vendiendo variedades
del Casabe, entre los que se cuentan con mantequilla, queso y orégano, papelón
o naiboa, entre otros.
Alguna vez visité una factoría de casabe y pude observar
una cosa interesante: La torta de casabe grande se hace en un budare
especial de concreto redondo, cuya medida es similar a una rueda de bicicleta.
No es casualidad, es que la medida que el artesano emplea al
vaciar el budare es una rueda de bicicleta.
El casabe se suele hacer a la leña, la cual le aporta su
particular aroma ahumado, empleando yuca rayada a la que previamente se le ha exprimido el
jugo, pues entiendo que puede llegar a ser tóxico.
Originalmente para exprimirla se usaba un sebucán, que era
una cesta tejida especialmente para apretar su contenido. Ahora emplean modernas
prensas. El casabe de oriente es un poco más delgado y quebradizo que el que
elaboran los indígenas de Bolívar, el cual es bastante grueso, duro y que se
ablanda con distintos picantes.
Hay muchos otros casabes producto de procesos más
industrializados que son sabrosos, pero nunca con ese sabor especial que sólo
la carretera puede dar.
Recorrer las carreteras de Venezuela siempre ha sido un
placer, a pesar de los tiempos angustiosos que vivimos, en los que los horarios
se restringen por problemas de seguridad personal.
Tomando las precauciones
adecuadas, siempre es grato detenerse en estas ventas, aunque sea por unos
minutos para aprovechar sus distintas ofertas gastronómicas.
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