domingo, 20 de noviembre de 2011

Suchi Casero

Luego del preámbulo en mi post anterior, en el presente quiero contar un poco mejor la experiencia de hacer unos roles caseros. 
Ya hace unos quince años, en pleno auge de la sushimanía criolla había yo incursionado en los arcanos del sushi. Por ser  dos ocasiones en las que preparé roles, voy describirlas  juntas, como si se tratara de memorias de un afectado de Alzheimer. 

1. Ingredientes:
En la primera ocasión, fui al Lotte Market en Los Palos Grandes, donde conseguí un saco de dos kilos de arroz japonés, las algas secas, el wasabi que venía en un tubo como de pasta de dientes, cangrejo de imitación y vinagre de sake. 
El vinagre de sake anduvo siglos en la casa, hasta que en uno de los arreglos de temporada, cuando decidimos que ni con trampa lo íbamos a volver a usar por miedo a envenenarnos, lo botamos.

El arroz japonés medró en mi nevera, sobreviviendo a varias mudanzas, pero no a la voracidad de una señora de servicio que casi nos dejó en la ruina y que cuando me fui a dar cuenta, hace meses que había dado cuenta de mi arroz japonés, en sus preparados costeños.
La receta que conseguí para hacer el sushi venía de un libro mexicano que planteaba usar vinagre dulce, imagino que a falta de los propios ingredientes. Yo no tenía en aquel momento problemas, porque, como dije, ya contaba con vinagre de sake comprado en una botellita de plástico, parecida a los cuartos de litro de aceite. 
1.1. Relleno. 
La primera vez constó de aguacate, huevas e imitation crab. Para la segunda vez compré también mero y salmón crudos, por lo que prepararlos fue una labor que requirió mayor paciencia que la que mi hambrienta familia tenía. En cuanto al aguacate, la segunda vez no conseguí uno maduro


1.2. Instrumentos 


Como ahora hay mucha más cultura (o faramallería) culinaria, en cualquier automedicado se consiguen casi todos los implementos para cocinar sushi. En esta ocasión compré los aparatos especiales para enrollar los roles, aunque más abajo verán que traían una sorpresa.  

2. Preparación
El arroz se lava según los entendidos hasta que el agua salga transparente, de forma de quitarle almidón. Eso era demasiado tiempo para el hambre familiar, por lo que me conformé con que el agua fuera color Hidrocapital cuando sale limpia.
Hervir el arroz no debería ser mayor reto para un hijo de gocho, acostumbrado a preparar arroz blanco todos los días de su vida pero hete aquí que el arroz criollo difiere en buena medida del japonés.
La primera vez el arroz me quedó en su punto, mientras que la segunda vez pasó de todo: además de tener que usar arroz autóctono, se secó el agua mientras peleaba con el pescado, lo que me obligó a ponerle más para que terminara de hacerse. Para más colmo, no tenía vinagre de sake, por lo que seguí la vieja receta mexicana.

2.1. Cortar el pescado. 

He visto que los susheros cortan el pescado transversalmente, buscando una especie de veta que hay en la carne. 


Debería tener un cuchillo especial de hacer sushi, de esos que tiene un nombre y todo, pero los cuchillos japoneses no son de acero inoxidable y hay que mantenerlos como las katanas de los Samurai, con constantes mimos metalúrgicos; además tienen un alto precio. Por eso, el cuchillo que usé fue el más largo que conseguí, afilado para la ocasión.



2.2. Pasar Trabajo.


Horas peleando con el pescado. Buscándole las espinas para sacárselas con precisión de cirujano. Dándome cuenta que aunque lo mejor de la mar sea  el mero, no quiere decir que lo sea por falta de espinas. Mientras, los miembros de mi familia, incluyendo a mi mejor amigo ocasional, el gato, pasaban por la cocina para saber alternativamente: a) Cuándo estaría lista la comida y b) Por qué diablos no compré el f**ing sushi en el centro comercial. 



2.3. Enrollar los roles:


La primera cosa que descubrí fue que los fabulosos aparatos hechos de trocitos de bambú para enrollar los roles no eran otra cosa que individuales chinos para la mesa, con lo que involuntariamente me gané unos puntos con mi esposa quien me dijo que siempre había querido unos así. A todo evento, los individuales cumplieron bien su trabajo y pude colocar mis hojas de nori y apretarlas como si del pescuezo de alguien muy odiado se tratara.


3. Comer


Los roles fueron despachados con pasmosa velocidad. Inversamente proporcional al tiempo que me tomó preparar los ingredientes y armarlos.


4. Oler a Pescado


Luego de los rituales de limpieza de mi esposa por toda la cocina, el olor a pescado del recinto cedió ligeramente. No así en mis manos. Tras dos baños, el olor fue cediendo por fin al día siguiente, como si se tratara de una resaca epidérmica. Pasé todo el lunes en reuniones imaginando que socios y clientes se preguntaban acerca de mis hábitos de higiene personal.


5. Balance del post
La primera vez que los hice, los roles me quedaron bastante aceptables, suerte de principiante. La segunda no tanto, en parte por culpa del arroz, cuya consistencia no quedó tan buena. Mi familia los celebró mucho, como dije hace una semana, pero yo quedé exhausto y diciendo como en la primera vez, que vale más la pena pagar por los benditos roles que pasar el trabajo parejo haciéndolos.

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