jueves, 14 de octubre de 2010

Términos faramalleros culinarios que odio

En la publicidad de restaurantes, cuando dicen "platillos" se me erizan los pelos. Igual que aquellos que cuando hablan de vinos prefieren usar el término "caldos", como si de la sopa de pollo se tratara. No dudo que alguna vez fuera buen castellano, pero hoy en día se ve tan deslucido como poco ocurrente.

Las personas que usan "platillos" y beben "caldos" seguramente llaman fablistanes a los periodistas, pero creo que eso es materia de otro blog, posiblemente sobre cursilería, aunque habría que decir que "...entre gustos y colores, los míos son los mejores."

Hay términos más modernos que provocan en mi el mismo efecto que los clásicos que acabo de mencionar, como sería el mezclum de lechugas (pero ¿Qué carajo es eso?), las reducciones (de verdad, contra ellas no tengo mayor cosa, pero me fastidia que te las metan en todos los menúes), o las espumas de lo que sean, que, como su nombre lo indica, es puro aire y, como diría mi papá, ¡Pura pérdida!

De otro lado, al igual que Soria, me parece que esos restaurantes de fusión, cuyos cocineros creen estar descubriendo el agua tibia, digamos por ejemplo, mezclando cocina japonesa con italiana, terminan produciendo verdaderos Frankesteins culinarios. Nadie les ha dicho que no es muy sano mezclar cocinas y culturas de varios cientos -cuando no miles- de años y pretender salir impune del choque de trenes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario